¿Sabes qué son las bibliografías? Conoce su historia y evolución a lo largo del tiempo

18 febrero, 2021 at 08:07

El concepto de bibliografía no siempre ha sido el mismo, ha ido variando a lo largo de la historia. Las diferentes acepciones aún pesan en el uso general de la palabra. El término bibliografía procede de la conjunción de dos palabras griegas: biblion, libro, y graphen, escribir; y lo mismo ha ocurrido con el término de bibliografía nacional. Sin embargo, el acontecimiento que supuso un antes y un después fue la Conferencia Internacional sobre Bibliografías Nacionales, celebrada en París en 1977 a instancias de la UNESCO y de la IFLA.

Historia de las bibliografías

En esta conferencia se unificaron aspectos teóricos como la delimitación de formatos, territorios o lenguas abarcables y se consolidó la visión de bibliografía nacional como: «Conjunto de registros que reseñan la producción bibliográfica de un país, publicados en soporte papel o en otro tipo de soportes, en una serie de intervalos regulares». La delimitación del término bibliografía ha provocado grandes diferencias a lo largo del tiempo, existe una gran diversidad de definiciones y eso quiere decir que hay una visión variada de la bibliografía. El estudio de la técnica bibliográfica y de los métodos para su desarrollo parte de la consideración de la bibliografía como ciencia o como técnica.

Dada la amplitud del campo de la bibliografía, algunos bibliógrafos tienden a considerarla como ciencia, pero, sin embargo, la creencia más extendida es la de considerarla como una técnica o ciencia auxiliar. Podemos, así, extraer tres ideas de lo que se puede entender como bibliografía: la bibliografía como disciplina, cuyo campo es el estudio de los repertorios que pueden ocuparse de los libros tanto desde el punto de vista de su contenido como de su continente; la bibliografía como técnica, que se ocupa de los sistemas para elaborar repertorios bibliográficos mediante la búsqueda, la selección, la descripción y la clasificación de libros; y por último, la bibliografía como documentos elaborados por la actividad de la técnica bibliográfica. Los instrumentos elaborados por la bibliografía son los repertorios bibliográficos, los cuales se componen de descripciones bibliográficas colocadas en un orden determinado y cada una de las cuales es la identificación de un documento.

Evolución del término bibliografía

En 1633, a partir de la obra de Gabriel Naudé, Bibliographia politica, la palabra bibliografía se comenzó a utilizar como lista de libros, y en este sentido se utilizó hasta 1700. Anteriormente se conocían repertorios que pueden considerarse como bibliografías, pero que utilizaban otros nombres: repertorios, catálogos, inventarios, índices, etc. En ese tiempo se consideraba la bibliografía como el estudio de los manuscritos, pero en 1704 apareció el Diccionario de Trévoux, que fue el primero en definir el término como sustantivo (bibliographe).

En ese momento se entendía al bibliógrafo como paleógrafo, aunque esta acepción se terminó abandonando ante el avance de la paleografía y la diplomática. En 1782, Jean François Née de la Rochelle utilizó el término bibliografía para definir a la ciencia del libro en su obra Discours sur la science bibliographique et sur les devoirs du bibliographe, en la que dividía la disciplina en dos ramas: una relacionada con el arte tipográfico y otra con los libros en sí mismos.

La Revolución Francesa dio lugar a la formación de enormes depósitos de libros y la palabra bibliografía tomó una nueva acepción, que dos siglos antes se había tratado de diferenciar: ciencia de las bibliotecas. En realidad se trataba más bien de la ciencia de la clasificación de los libros. Pronto se originó una gran confusión terminológica y en los primeros tratados teóricos se hablaba indistintamente de bibliofilia, biblioteconomía, bibliología, bibliotecología, historia de las bibliotecas, paleografía y hasta crítica literaria bajo el título de bibliografía. Los trabajos de los bibliógrafos de finales del siglo XIX terminaron por aclarar los términos y diferenciar acepciones.

A principios del siglo XIX, Gabriel Peignot introdujo el uso de un término que, aunque él no había creado, sí que comenzó a adquirir un significado propio: bibliología. A partir de su obra Répertoire Universel de Bibliographie se comienza a utilizar la palabra bibliología para designar la ciencia del libro y bibliografía como la rama de la bibliología que se ocupa del estudio de los repertorios bibliográficos. Aunque la iniciativa no tuvo éxito inicialmente, esta acepción se impuso a finales de siglo. En 1897, Charles Mortet aportó una definición precisa: «Bibliografía es el estudio de los repertorios en los que son descritos y clasificados los libros, repertorios a los que es preciso recurrir tanto para identificar los libros como para informarse acerca de lo que se ha publicado sobre un determinado tema».

A mediados del siglo XX, Louise Noëlle Malclès afirmó que: «La bibliografía ocupa un sector de la bibliología o ciencia del libro y se propone buscar, identificar, describir y clasificar los documentos impresos con el fin de constituir los repertorios adecuados para facilitar el trabajo intelectual». Y más recientemente, Harold Bloom sentenció que: «Bibliografía significa comúnmente la descripción de los libros y otras publicaciones; particularmente las relaciones de libros, los mismos repertorios; secundariamente el conocimiento de los libros y, en fin, la teoría de la información sobre las listas de obras y de otros auxiliares para llegar a su conocimiento».

Bibliografías nacionales

Las bibliografías nacionales recogen los documentos impresos en el territorio de un país, independientemente de la lengua que contengan. Deben basarse en la exhaustividad, la puntualidad y la exactitud. Existen bibliografías nacionales de monografías, publicaciones periódicas, atlas, material cartográfico, etc.

A partir de la definición que se aportó en el Congreso de París de 1977, quedaron normalizadas las características de las bibliografías nacionales: estas incluyen el conjunto normalizado de registros en cualquiera de las lenguas oficiales y sobre la temática que sea; recogen la producción bibliográfica de un país que engloba todo tipo de publicaciones y en cualquier soporte; tienen una aparición periódica; son retrospectivas y uno de sus valores es la acumulación exhaustiva de registros; están elaboradas sobre los ejemplares del depósito legal, que garantiza la autenticidad de las descripciones; contienen un carácter autorizado de la entidad que debe elaborarla; siguen un sistema normalizado de descripción (utilizan las normas de catalogación ISBD o las AACR); y por último, las bibliografías nacionales tienen la necesidad de que el registro incluya la máxima información imprescindible para las actividades bibliográficas.

La función principal de las bibliografías nacionales consiste en responder adecuadamente a la producción bibliográfica del país; facilitar, a cualquier sector relacionado con el ámbito de la información, el acceso a dicha producción a medida que se va generando; su existencia asegura el control bibliográfico universal; y son el reflejo de la actividad cultural de los países, constituyendo así al reflejo del movimiento cultural de la humanidad.

Evolución histórica de las bibliografías nacionales

Las bibliografías nacionales aparecieron en el siglo XVI como obra de los libreros, en los países donde el comercio del libro era más activo: Alemania, Gran Bretaña, Países Bajos y Francia. De esta tarea también se ocuparon algunos eruditos, que hoy están considerados como historiadores del libro más que como bibliógrafos (sus diccionarios de hombres ilustres son verdaderas bibliografías nacionales).

John Leland está considerado como el primer bibliógrafo nacional. Por orden del rey Enrique VIII, recorrió las bibliotecas conventuales inglesas cogiendo de los fondos existentes los datos necesarios para la elaboración de su Comentarii de scriptoribus britannicis.

En Alemania, los Messkatalog o catálogos de las ferias de libros de Frankfurt y Leipzig representaban, hasta el siglo XVIII, el papel de las bibliografías nacionales en curso. Estos catálogos anunciaban tanto libros alemanes como extranjeros. En Gran Bretaña, la primera bibliografía nacional de carácter comercial fue Catalogue of English printed books, la publicó Andrew Maunsell en 1595. En Ámsterdam, Broer Jansz publicó el Catalogus universalis, la primera bibliografía de libros holandeses; y en Francia, el primer bibliógrafo fue un religioso de Saint Charles quien publicó la Bibliographia parisina y la Bibliographia Gallica.

En Francia en el siglo XVIII surgieron iniciativas para emprender la bibliografía nacional en curso, tentativas que no llegaron a tener continuidad. Desde el momento en que se iniciaron las bibliografías corrientes, apareció el interés por establecer bibliografías nacionales retrospectivas. Para elaborarlas se compilaban las bibliografías en curso por periodos de tiempo determinado. Las bibliografías nacionales retrospectivas elaboradas en el siglo XIX, en muchas ocasiones, no contaban con el apoyo de bibliografías en curso sobre las que sustentarse y carecían de medios técnicos y económicos.

Bibliografías nacionales actuales

Hoy en día todos los impresos, salvo algunas excepciones, se encuentran recogidos por las bibliografías nacionales (en principio en curso y luego retrospectivas). En los países donde el Estado exige el depósito de documentos impresos, existen servicios encargados de la elaboración de las bibliografías nacionales. El registro regular de los nuevos documentos se hace siguiendo un mecanismo reglamentado que permite a las bibliografías en curso su elaboración sistemática y progresiva. Actualmente, existen dos tipos de bibliografías nacionales: las que tienen su origen en los organismos oficiales, que tienen como base el depósito legal (es el caso de España o Italia, por ejemplo); y las que son fruto de la iniciativa privada, elaboradas por editoriales que trabajan con las asociaciones de editores y libreros y con las bibliotecas nacionales de cada país (es el caso de Estados Unidos, Dinamarca u Holanda, donde el depósito legal no es obligatorio).

Las bibliografías nacionales en curso son siempre descriptivas, de periodicidad determinada (generalmente mensuales o semanales). Las referencias se redactan con el documento original delante siguiendo unas estrictas reglas de normalización. Por refundición, dan lugar a las bibliografías nacionales retrospectivas y, por selección, a las bibliografías especiales. Las bibliografías nacionales en curso son órganos de información de la producción intelectual de un país y sirven a la investigación, a la industria editorial y a cualquier profesión para cuyo desempeño sea necesario el apoyo de los libros.

Las bibliografías nacionales retrospectivas se formulan a partir de la refundición de las bibliografías nacionales en curso. Muestran la historia de las letras, de las artes y de las ciencias, qué libros se produjeron en las distintas épocas, y permiten estudiar la evolución de la sociedad de cada país. Son un inventario de la producción escrita, tienen una clasificación alfabética de títulos y autores anónimos.

Bibliografía Española

La Bibliografía Nacional Española está establecida, desde 1958, en la Biblioteca Nacional sobre la base del depósito legal. Las obras anteriores son resultado de iniciativas privadas o del Instituto Nacional del Libro, el cual albergaba la producción impresa en lengua española de 1900 a 1930 y de 1931 a 1950 en el Catálogo general de la librería española e hispanoamericana. La Bibliografía Española recoge los registros bibliográficos de los documentos publicados en España y es un instrumento para el control bibliográfico nacional, constituye el registro de la producción editorial española y facilita la difusión del patrimonio intelectual y cultural del país para las generaciones presentes y futuras.

Podemos distinguir bibliografías retrospectivas y corrientes. Entre las primeras se encuentran la obra de Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispania Vetus y Bibliotheca Hispania Nova (1672-1696). Esta es la más importante debido a su amplitud y al tratamiento de la información; y Antonio Palau i Dulcet publicó Manual del librero hispano-americano (de 1923 a 1927, luego fue continuado por su hijo), clasificado alfabéticamente por autores y títulos anónimos. Tiene casi 300.000 referencias y recoge el contenido de numerosas bibliografías anteriores.

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