El libro a través del tiempo: desde la Antigüedad hasta la actualidad

15 abril, 2021 at 08:06

El libro es la expresión del pensamiento humano transmitido a través de un sistema de escritura realizada sobre una materia duradera y transportable. El libro tiene sus antecedentes en lo que llamamos el libro oral o prehistórico, que consistió en la transmisión de cosmogonías, normas religiosas, códigos legales y poesía.

El libro a través del tiempo

La historia del libro se debe a una serie de innovaciones tecnológicas que han permitido, con el paso de los siglos, mejorar la calidad de conservación de los textos y el acceso a la información, mejorando también el manejo y el coste de producción.

El libro en la Antigüedad

En el Neolítico, las necesidades administrativas y económicas fueron la causa principal del origen y el desarrollo de la escritura. En un principio los símbolos o dibujos eran meros pictogramas, luego comenzaron a representar ideas o acciones abstractas y el último paso fue la aparición del fonograma, que derivó en las letras de los alfabetos.

El primer pueblo que utilizó el libro como medio de divulgación fue el sumerio y lo hizo con tablillas, las cuales servían de soporte a un tipo de escritura conocida como cuneiforme (este modelo de escritura perduró más de 2000 años y su desciframiento fue gracias a las aportaciones del británico Sir Henry C. Rawlinson, a mediados del siglo XIX).

Egipto fue la primera civilización que empleó la tinta y el papiro, que fue el soporte más usado en los manuscritos (su uso se extendió a partir del siglo IV a. C., en época de Alejandro Magno). El papiro era un material muy caro y por ello se reutilizaba, pasando a llamarse palimpsesto. Los escribas utilizaban tintas vegetales (negra y roja) y esto posibilitó que los egipcios ilustraran en los libros (el libro egipcio fue el primer libro ilustrado de nuestra historia).

El gran legado de China fue la invención del papel, en el año d. C., a manos de T’sai Lun. En Siria, Fenicia y Palestina, en el II milenio A. C. apareció un nuevo sistema de escritura, el alfabeto consonántico (alifato). En la actualidad, los alfabetos más usados del mudo derivan del fenicio y del arameo.

En Grecia, el libro adquirió su verdadera dimensión, debido al uso de la escritura alfabética, a la instauración de la democracia y a la extensión de la enseñanza. El principal soporte de escritura fue el rollo de papiro (introducido en el siglo VII a. C.), ya en la época helenística apareció el pergamino de piel de oveja y cabra. En la Grecia clásica se desarrollaron géneros como el teatro y disciplinas como la historia, la retórica o la filosofía, entre otras, lo cual supuso el nacimiento del comercio del libro.

El libro en Roma fue una prolongación del griego, pero Roma aportó grandes novedades: su propia lengua, el latín; un alfabeto propio; la letra evolucionó desde la mayúscula hasta la minúscula cursiva; y apareció, posteriormente la letra uncial y la escritura taquigráfica. Las materias escriptorias eran las mismas que en Grecia, pero el rollo quedó desplazado para dar paso al libro moderno o códice. En esta época hubo nuevos contenidos como la sátira, el derecho, la oratoria, el ensayo y la didáctica.

El libro en la Edad Media (siglo V – siglo XV)

La Alta Edad Media llega hasta finales del siglo XII, etapa en la cual la producción del libro y la cultura misma se refugió en los conventos. El monacato surgió en Oriente, donde las comunidades cristianas o bizantinas fundaron monasterios en los cuales se guardaban los libros y se difundía la cultura griega. En los monasterios había un scriptotium, donde trabajan los monjes copiando o traduciendo textos. La materia utilizada era el pergamino que ellos mismo preparaban con la piel de los animales que criaban en el mismo monasterio. Una variante del pergamino era la vitela, la cual se obtenía de la piel de un animal muerto al nacer. El aislamiento propio de la vida monástica determinó el nacimiento de las escrituras nacionales: en España se empleó la escritura visigótica, en Francia la merovingia, en Italia la escritura italiana y la escritura insular en las islas británicas (la mejor de los siglos VII y VIII). A partir del siglo VIII se difundió la letra minúscula carolina, más sencilla y clara y fundamental para la historia del libro.

El contexto histórico y político de la Alta Edad Media, es decir, la Reconquista, favoreció la existencia de varias culturas en España: la visigoda, donde la figura más notable fue la de San Isidoro de Sevilla que con su obra Etimologías, reunió todo el saber de su época, también de esta época es el códice de los Morales, de San Gregorio, escrito en letra visigoda y conservado en la Biblioteca Nacional de España; la mozárabe, cuyo principal legado fueron los Beatos, que era la forma abreviada de llamar a los comentarios de las copias de los códices manuscritos del Libro del Apocalipsis de San Juan, que en el año 776 realizó Beato de Liébana; y la cultura musulmana, que se caracterizó por la abundancia de libros, especialmente el Corán. Una de las grandes aportaciones de los árabes al libro fue la difusión del papel, que hacia el año 1100 llegó a Europa a través de España (el libro cristiano más antiguo escrito en papel es el Misal de Silos conservado en el Monasterio de Santo Domingo de Silos, perteneciente a esta época).

En la Baja Edad Media, con la mejora de la situación económica y el restablecimiento del comercio, la actividad cultural pasó del aislamiento del monasterio al cosmopolitismo de la ciudad. Y las dos instituciones por excelencia de esta época fueron la catedral y la universidad. En el siglo XIII surgen las primeras universidades (la de Bolonia es la más antigua del mundo y en España la de Palencia -1212-). Los libros se convirtieron en un instrumento de trabajo y consulta y esto supuso su demanda, renaciendo así el comercio y la industria del libro. La gran demanda de libros produjo la secularización de la cultura y se generalizó el uso del papel. El libro cambió sus características físicas: la escritura usada en Europa recibió el nombre de gótica o angular; los textos se dividieron en dos columnas y se segmentaron en capítulos; aparecieron puntuaciones nuevas como el calderón (servía de punto a aparte); y hay que destacar las ilustraciones, con bandas decorativas que perduraron hasta después de la imprenta.

El libro en Edad Moderna

Al final de la Edad Media, el mundo del trabajo evolucionó y el aumento de la población en las ciudades hizo aparecer una nueva clase social, la burguesía; el comercio aumentó la actividad mercantil y se hizo necesario el uso de la moneda. En el tránsito del final de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna apareció una máquina para la impresión de textos y publicaciones, más rápida y eficiente, la imprenta, de Johannes Gutenberg. La xilografía es el antecedente de la imprenta, la cual era lenta e impedía la realización de muchas copias de libros, además la madera se deterioraba. Por estas razones se quiso conseguir una aleación de metal moldeable.

Después de Alemania el primer país europeo que tuvo imprenta fue Italia, convirtiendo a Venecia en el primer centro tipográfico cuyo impresor más importante fue Aldo Manucio. En Francia, la imprenta se introdujo en  1470 y los tres centros tipográficos más importantes fueron París, Lyon y Ronen. En los Países Bajos, Lovaina y Brujas en 1473 y Amberes, en 1481, tuvieron su primera imprenta. En España, la imprenta se introdujo con retraso, sus inicios son dudosos, pero actualmente se acepta como primera obra impresa el Sinodal de Aguilafuente, incunable conservado en la catedral de Segovia. Durante el siglo XV, veintiséis ciudades españolas dispusieron de imprenta, de las que salieron alrededor de un millar de ediciones.

Los incunables

La palabra incunable procede del latín, incunabulum y significa en la cuna. Son considerados incunables los libros impresos, realizados en un país, desde el momento de la aparición de la imprenta en el mismo hasta el año 1500, inclusive.

Las características de los primeros incunables o protoincunables eran muy semejantes a las de los códices manuscritos, puesto que la intención era imitar lo mejor posible el libro manuscrito. La letra era gótica y romana; carecían de portada (la cual apareció por primera vez en 1476 en el Calendarium Regiomontanus) y comenzaban el texto con las palabras Hic incipit o Incipit; tenían un formato de gran tamaño; y las hojas no se paginaban. Muchos de estos incunables estaban ilustrados a mano, aunque pronto se empezó a utilizar el sistema de la xilografía para la estampación de los incunables, Albrecht Pfister fue el primero.

El libro en el siglo  XVI

El siglo XVI supuso la consolidación definitiva de la imprenta en Europa y llegó a América. La producción del libro se abarató, aumentó la lectura y el libro se modernizó. Estos cambios se produjeron debido  a la expansión del comercio del libro, al aumento de la producción, a la diversificación de la oferta bibliográfica, al humanismo (favoreció la lectura de los autores clásicos) y a la Reforma y la Contrarreforma que usaron la imprenta como medio de difusión de ideas. Al principio, el libro continuó con las características externas de los incunables, pero derivó hacia un libro con aspecto formal y con finalidad social.

En España, todos los libros debían llevar portada (en la cual se informara del título de la obra, del nombre del autor, el privilegio de impresión, etc.) y poco a poco, fueron naciendo otros elementos, como las poesías del autor y la dedicatoria. Los focos de impresión más importantes estaban en las ciudades que tenían universidades, como por ejemplo, Alcalá de Henares, en la cual se estableció Arnao Guillén de Brocar, quien inició y completó la Biblia políglota complutense a instancia del Cardenal Cisneros.

El libro en el siglo XVII

Europa vivió una época de continuos conflictos y se originó una profunda crisis económica, la cual repercutió en el libro. El libro fue el medio de difusión de ideas, a veces perseguidas (aparecieron las primeras censuras políticas); disminuyó su comercio; apareció un mercado negro de los mismos; y la producción editorial y las importaciones se grabaron con impuestos muy elevados.

El libro en esta época era un libro poco cuidado, con escasa calidad de tintas y papel; tapas poco resistentes y abundancia de erratas; incluían títulos largos, nombres de autor, marca de imprenta, índices, sumarios, colofón, dedicatorias, etc.

En este siglo surgieron un tipo de publicaciones que fueron el germen de lo que hoy son las publicaciones periódicas. Estas publicaciones nacieron para servir a un público que solo sabía leer en lenguas vernáculas (Leipziger Zeitung, en Alemania o Le Journal des Sçavants en Francia, por ejemplo).

El libro en el siglo XVIII

El siglo XVIII es el llamado Siglo de las Luces y en este momento prevalecía una mentalidad que hacía de la ciencia y la razón verdades incuestionables. Se extendió por toda Europa un movimiento racionalista laico que buscaba el conocimiento, se interesaba por la ciencia y aportaba una nueva visión del mundo: la ilustración. Las nuevas ideas se difundían a través de tertulias que tenían lugar en Academias o Sociedades de Amigos.

Se consiguieron mejoras técnicas en cuanto a la imprenta y la tipografía: los libros que se imprimieron eran mejores y más legibles, las tintas de mejor calidad y el papel de mejor acabado. Se introdujo un nuevo sistema para medir tipos, el punto Didot (introducido por un miembro de la familia de impresores Didot) era un regla para establecer la medida de los cuerpos tipográficos (los procesadores de textos actuales lo han heredado).

En España hubo una serie de cambios positivos debido a la protección y al impulso de las artes tipográficas que le dio Carlos III, por ejemplo, la Real Cédula de 1763 decía que quedaban exentos del servicio militar los impresores y los fundidores de letras.

El libro en el siglo XIX

El siglo XIX asimiló cambios drásticos que supusieron el pensamiento moderno y el surgimiento de la sociedad industrial. La expansión demográfica y la expansión de la educación obligatoria, en muchos países europeos, hicieron crecer el número de lectores y de personas alfabetizadas.

Este siglo es el siglo del esplendor de la prensa periódica, que tuvo un papel decisivo en la afición a la lectura y la consolidación de su hábito. Además, la prensa fue el motor que impulsó los cambios tecnológicos de la imprenta industrial. Se pasó de los métodos artesanos a los sistemas mecanizados: en relación al papel se empezó a usar la pasta de madera y apareció el papel continuo; se inventó la rotativa; respecto a la composición, la rotativa necesitó de otro invento fundamental, la estereotipia; y en la ilustración se usaron diversos procedimientos con los cuales se podían realizar libros muy ilustrados que incitaban a su compra y a su lectura.

El libro en el siglo XX

El siglo pasado fue el siglo de la informática y de internet y esto contribuyó a que la industria editorial experimentase grandes cambios, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo. El libro dejó de tener su formato tradicional para adoptar nuevas formas. Las mejoras en la producción permitieron su abaratamiento y el acceso generalizado y los nuevos formatos y soportes plantearon grandes cambios en los hábitos de lectura.

El libro sufrió una serie de cambios sociales: la generalización de la alfabetización, la educación y el aumento demográfico motivaron el aumento de la lectura, favorecida en países desarrollados por políticas de educación y en los subdesarrollados por organismos internacionales como la UNESCO. También hubo avances técnicos y mecánicos que fueron desplazados por la electrónica, como la escritura, la ilustración, la preimpresión, la impresión o la encuadernación. Y surgieron nuevos soportes en la última etapa del siglo: en primer lugar vieron la luz las microformas (microfilm y microficha); los soportes magnéticos, como las cintas de casete o las de vídeo; y por último los soportes ópticos (CD, CD-ROM, DVD, etc.); pero el verdadero logro vino con la irrupción de internet y las publicaciones en línea. Aparecieron nuevas formas de edición, este siglo vio nacer el libro electrónico o eBook, apareció en los años 90 y supuso una revolución comparable a la del libro impreso frente al manuscrito. Fue un hito en la industria editorial, ya que incorporó tres características al libro:  hipertextualidad, multimedia e interactividad. Además, surgieron nuevas formas de comercialización, fue el siglo del marketing y de la publicidad, apareció el libro de bolsillo (cuyo origen está en Inglaterra); el club del libro, la venta por correo, la venta a plazos, la venta por fascículos y la venta por internet.

El libro hoy en día

El libro electrónico es uno de los grandes avances de la tecnología, la digitalización de los libros y su paso del papel a la pantalla ha supuesto la posibilidad de crear enormes bibliotecas sin necesidad de grandes espacios o la opción de ofrecer miles de libros gratuitos sin necesidad de adquirirlos físicamente (hay que reseñar el Proyecto Gutenberg).

Aunque existe una confusión entre libro electrónico y lector de libros electrónicos, no es lo mismo. Se denomina eReader al dispositivo de lectura diseñado para leer libros electrónicos, como a las obras en sí mismas o formatos de lectura; y por otro lado, un eBook es la publicación electrónica de un libro. A día de hoy, los eReaders más importantes en el mercado son Kindle, Kobo, Sony PRS y Papyre.

El libro, la lectura y la industria editorial están experimentando cambios motivados por el progreso tecnológico. Los contenidos se han desvinculado del soporte y la industria editorial ha necesitado transformar su estructura logística, basada hasta hace poco en la distribución física. Y ahora, la impresión digital y las librerías virtuales cubren nuevas necesidades.

Imagen superior cortesía de Shutterstock